El nacimiento de más rocas que preparaban los conventos, de las que hablamos brevemente en la primera parte, hicieron crecer tanto los gastos que la ciudad decidió mantenerlas y guarecerlas en una casa; primero en la plaza del Portal de Serrans, hoy plaza de los Fueros, (la Casa dels Entramesos en 1431) y debido a la falta de espacio, se reubicó cuatro años después en la actual Casa de les Roques en la calle Roteros, ambas construidas ex profeso.

A lo largo del tiempo, las rocas sufrieron significativos cambios no sólo en su número también en su temática. Entre las más destacadas están: la Diablera o la de Plutón, SanVicente Ferrer, ambas de 1512 y de la Trinidad (1665).

Con respecto a las danzas, las más importantes se remontan a los juegos de los siglos XV y XVI, de las que sobresalen los momos, que se realizaban en diversas rocas, en estas coreografías había más personajes como el diablo mayor, una diablesa, pajes del diablo…

Por influencia castellana, a finales de 1500 se incluyeron la danza de gigantes y cabezudos, en versión autóctona, en principio, dos nanos y ocho gigantes. Entre los bailes de la época estaban les baixes, sarabandes, xacones, etc.

Como las modas cambian, en el siglo siguiente se introdujeron otras danzas, como las de bastonets, las de gitanos o gitanes, moros y cristianos… La idiosincrasia de la fiesta se mantuvo con el transcurrir del tiempo, perdurando su esplendor, lo que no fue óbice para que sufriera variaciones  más acordes con la época del momento, como en algunas danzas como la de gitanes y momos, que simbolizaban los siete pecados capitales y la aparición de la Moma, personificación de la virtud.
La moma y los momos
  A finales del siglo XVIII, la fiesta se tuvo que “ver las caras” con la Ilustración que, en diversas ocasiones, prohibiendo las danzas y gigantes en las procesiones religiosas, lo que conllevó que el desfile lúdico se desvinculara con la procesión.

Con respecto a la organización de los actos, comenzaba con una crida pública que se convertiría años después en una cabalgata. Se sabe cómo era a finales de 1600 por un escrito titulado: Ceremonial de la ciudad de Valencia para la fiesta del Corpus en el que se detalla el orden de la comitiva, que lidera el capellán de la ciudad sobre un caballo, tras él, diversas danzas y misterios. Su finalidad era invitar y anunciar la fiesta en nombre de las autoridades.

Por aquella época, se trasladó la procesión a la mañana y los entremeses y misteris a la víspera del Corpus. No era la primera vez que la procesión se realizaba en horario matutino, pues hasta 1506 fue así, pero para evitar que acabara ya de noche, se cambió el horario, otra muestra de las constantes variaciones que ha sufrido la fiesta.

Aunque, se puede afirmar que desde finales de 1700 se ha mantenido el orden de la procesión dividida en tres partes, que, grosso modo, sería: en una primera parte, estaría encabezada por las Rocas, los gigantes, después los gremios, según su importancia, seguidos de la retahíla de personajes bíblicos. En una segunda parte, abría el séquito el perrero de la catedral, las órdenes religiosas y la cerraban más simbologías bíblicas. Y en la tercera parte, los sacerdotes de la catedral, acompañados de custodias y más personajes bíblicos, la nobleza, y en último término, la hostia consagrada.

Con el siglo XIX llegó su decadencia, debido a cambios políticos, como la Revolución burguesa y la desamortización de Mendizábal, lo que hizo que los gremios y órdenes religiosas no participasen y se prohibiesen danzas y comparsas.

No será hasta la década de los setenta de 1900 cuando iniciativas particulares junto a la creación de Amigos del Corpus de la ciudad de Valencia (1977) retomen esta fiesta centenaria, devolviéndole todo su vigor y dinamismo que mantiene hoy en día.

 

Para saber más: Calendario de las fiestas de la Comunidad Valenciana. Primavera. En su capítulo dedicado al Corpus Christi. Antonio Ariño Villarroya. Bancaja, 1999. Valencia.