El pasado 7 de mayo, Mateu, el enterrador más locuaz y enterado del siglo XV de la capital valenciana cumplió 100 salidas, 100 paseos enseñando la ciudad que él conoció de primera mano.

Corría el otoño de 2013 cuando se presentaba un extraño personaje, cuya tumba había sido profanada por motivos que él aún sigue desconociendo, aunque tiene su aquel. Siempre acompañado de su inseparable pala ha enseñado a grandes y a pequeños historias poco conocidas de sus tiempos.

A Mateu le asaltan innumerables recuerdos de sus paseos, por ejemplo, unas jóvenes bautizaron su recorrido con el original título de “Las tres mus: mujeres, mulas y muertes”, que, aunque evidentemente tienen su protagonismo, cada una lo tiene por separado y en su contexto. A nuestro enterrador le pareció ingenioso.

Le llama la atención unas calles tan limpias, por lo menos, comparadas con las de sus días, todas empedradas, y cosas con ruedas… como tablas y artilugios que hoy en día llaman “bicicletas”.

10342403_10152105462647261_6146628279760275368_nPero, sin embargo, hay otros aspectos que no han cambiado, como el repicar de las campanas, (a veces cree que anuncia su llegada cuando se acerca a una iglesia  junto con el grupo), o las procesiones, como aquella ocasión en la que hablaba de las de su época y por la misma calle que estaba (Caballeros) se avecinaba un modesto desfile religioso que le vino de perlas para sus explicaciones.

Últimamente repite mucho una frase cuando se encuentra con gentes desconocidas que a los asistentes les hace gracia: “¡Siempre hay espontáneos!” o cuando siempre pasa por una plaza y un señor vestido de negro (un camarero) le dice al grupo: “No se crean nada, todo lo que cuenta es mentira, es un loco que se ha disfrazado”. A lo que Mateu lanza a sus seguidores “No sé quien es”.

En este sentido, uno de los mejores momentos fue cuando contaba una historia de unas brujas y apareció una mujer en un estado etílico importante que le quiso quitar su apreciada pala. Mateu se preguntaba si la quería para utilizarla como una escoba voladora.

No quisiéramos terminar sin agradecer a todos los que han viajado al siglo XV con Mateu, en especial a los diferentes colaboradores que ha tenido, entre ellos, a Salva y, sobre todo, a Andrea.

Después de dos horas, Mateu se despide teniendo como marco incomparable de las Torres de Serranos, en la que, por lo menos una noche, al acabar su perorata, las luces que alumbraban las Torres se apagaron. Si estaba preparado o no, cada uno que saque sus propias conclusiones. “¡Carpe diem!” clama Mateu finalmente. Por 100 rutas más. ¡Hasta pronto!